El dramaturgo, director y actor Jordi Oriol firma de nuevo una versión de El rey Lear de Shakespeare a partir de la que realizó para el Lliure durante el confinamiento. Un juego de juglar versado en el verso y el gusto por la lengua.
Un rey pierde la cabeza cuando se da cuenta de que no sabe distinguir el amor verdadero del fingido. Y en teatro, ¿podemos distinguir lo verdadero y lo fingido?
Reiterat Rei Tarat se inspira en la descomposición que viven todos los personajes en la tragedia El rey Lear de Shakespeare, y se centra en sus dos arquetipos contrapuestos: Lear y Cordelia. El rey-padre que personaliza la autoridad y la hija menor que connota obediencia y sinceridad. Es con ellos como se origina el desequilibrio de poderes que da lugar a la trama, y con ellos termina. Desde que el padre da la palabra a sus hijas hasta que la propia palabra pierde el sentido. Cuando la hija se rebela contra el orden impuesto y se reivindica con personalidad, el padre empieza a perder los estribos y acaba desautorizado. Es un viaje hacia la consciencia de la muerte, de la función de la defunción, y se va desgranando desde la retórica que se precipita hacia la locura. De la cordura a la locura. De la realidad a la especulación.
La locura desoladora de un padre que ha perdido la autoridad sobre sus hijas se refleja aquí con el momento perturbador que viven los hijos en el impasse vivido en la adolescencia. En una y otra situación parece que su percepción no encaja con el resto de la humanidad. El entendimiento no es entendido en disparates. Y el lenguaje en sí lo engloba todo: también la confusión.
Lo peor que podemos hacer, sin embargo, es menospreciar la palabra. Poner palabras a lo que nos ocurre es un paso para salvarnos de la desolación. Y permitirnos delirar a consciencia puede despertarnos el debate y la imaginación.
— Jordi Oriol Canals